Esta
tarde en el Excmo. Ateneo hemos tenido la oportunidad de disfrutar de un nuevo
acto, en este caso sobre un tema que gusta a todos, las Bellas Artes, y nadie
mejor para disertar sobre ello que el Profesor Don Juan Antonio Huguet Pretel,
que ha tenido el acierto de presentarnos “Murillo y la Virgen María, historia
de una devoción”, un tema muy oportuno en un mes tan mariano como este mes de
mayo. Murillo quizás sea el mas representativo del barroco sevillano, es
posible que no sea el mas barroco pero si el mas genuino. Sus primeros pasos en
el arte los da de la mano de Juan del Castillo, pintor de cierta fama y marido
de una prima de nuestro protagonista, enseñándole las técnicas pictóricas y encauzando
sus dotes artísticas, tanto es así que durante el lustro que estuvo en su
taller ya realizó obras para determinados encargos. Sin embargo el haberse
quedado huérfano a tan temprana edad, le hizo ver en la Virgen María la figura
de la madre que perdió, consiguiendo plasmarla como nadie lo había hecho, la
representó en las distintas etapas, desde el Nacimiento, la educación que le
impartía Santa Ana o en las distintas versiones de la Anunciación, en todas
ellas se ve la dulzura de la niñez. En otra etapa, cuando la Virgen es Madre,
consigue plasmarla en otra actitud, en la que aparece con la ternura maternal,
tal es el caso de la Adoración de los Reyes Magos o en la Huida de Egipto. En
otras ocasiones las escenas las enmarca en el entorno cotidiano y doméstico,
apareciendo la figura de San José que toma un cierto protagonismo y la Virgen
vigilante de la seguridad de su Hijo, como en la pintura de la Sagrada Familia.
Sin embargo donde podemos ver su maternidad es en su cuadro de la Virgen del
Rosario, en el que al amparo de su Madre, el Niño juega con la presencia del
espectador, algo que se repite en la Virgen de la Servilleta, en el que
nuevamente el Niño busca la complicidad del espectador con su mirada y su
actitud ante la figura protectora de su Madre. Todo ello nos lo ha relatado
nuestro ponente con la claridad que su capacidad docente le permite,
haciéndonos entender lo que vemos con sus acertados comentarios. Es tal la
devoción que Murillo siente hacia la Virgen que la pinta en muchas de sus obras
acompañando a Jesús en distintas escenas, como en las Bodas de Caná, abrazando
a la Cruz o acogiendo en su regazo el cuerpo inerte de su Hijo. Mención aparte
merecen las muchas representaciones de la Inmaculada, jamás igualadas por
ningún artista, o la Asunción, a las que le dota de un colorido especial y un dinamismo
extraordinario en el que vemos el movimiento. En todo lo anterior nuestro interviniente
nos ha contagiado su entusiasmo por un artista sevillano del que hemos de
sentirnos orgullosos, manteniéndonos absolutamente absortos ante tan magistral
pintor. Nuestra enhorabuena por su docta y documentada palabra y el
agradecimiento una vez más por su desinteresada colaboración con esta Institución
Cultural.