Ayer viernes en la Real Maestranza y en su Sala de
Carteles iniciamos la nueva andadura de la Cátedra Taurina en este vigésimo
quinto ciclo académico, una primera intervención que tuvo su refrendo en el
gran número de personas que acudieron a escuchar a nuestro primer ponente, Don
Rafael Peralta Revuelta, joven pero experimentado profesional del
Derecho, escritor y poeta, autor de numerosos libros editados y expuestos en las reconocidas
librerías, además de articulista de medios escritos de tirada nacional.
El tema que hoy nos ofrece es la Tauromaquia y la Lírica, dos disciplinas que
domina perfectamente. Su intervención tuvo en su presentación a un buen amigo
suyo, amistad que se remonta a la infancia por la relación familiar que une a
ambas familias, además de figura indiscutible del toreo, Eduardo Dávila Miura,
quien tuvo, como no podía ser de otra manera, palabras halagadoras hacia el
amigo y escritor, recordando al autor de libros cómo Río de Amores, A la Sombra
de la Giralda o del recordado pregón taurino de Triana, una presentación en la
que se fundió el cariño que se profesan y el conocimiento de la obra literaria.
Su intervención o más bien su recital poético lo inicia recordando con unos
versos muy bien construidos, la poética del capote de Curro, Diego Puerta o Camino,
también tuvo su aspecto reivindicativo en defensa de la Fiesta Nacional, una
Fiesta rebosante de nobleza frente a la intolerancia de aquellos que se atreven
a oponerse sin conocer aquello que denigran. Tuvo palabras para el novillero,
un poema ensalzando la humildad de un subalterno fiel a la figura que defiende,
dentro del sueño de luces rutilantes en el que el hombre y el toro se unen en
una coreografía armoniosa. A continuación nos llevó a visitar aquellos cosos que
comprenden la exitosa temporada taurina, desde la Magdalena, a Burgos, las
Ventas, Salamanca, la Malagueta y por supuesto el templo del toreo, la
Maestranza. Tuvo su recuerdo a figuras de un pasado ya lejano pero con honda
huella en la historia del toreo, como Curro Puyas, un torero que con su
maestría acariciaba el lance de la verónica, lento y pausado, otra figura
recordada fue Pepín Vázquez, un torero adelantado a su tiempo, maestro en el
natural pese a su humildad o Pepe Luís Vázquez inmortalizando un lance muy
peculiar. Aquellos domingos de Resurrección en los que Curro Romero nos
enamoraba con su arte en la arena, mito vivo y querido por aficionados y no
aficionados, torero dentro y fuera de la plaza, discreto y protagonista de una
filosofía sin igual. Defendió las novilladas de promoción, jóvenes ilusionados
con alcanzar en algún momento el triunfo buscado. Otro de los momentos más
emocionantes fue al evocar aquellos mano a mano entre Curro y Rafael de Paula,
dos formas de sentir el toreo, dos maestros, ambos sensibles e inmutables ante
la opinión, dos toreros con duende. Tuvo palabras a modo de guiño hacia su
presentador y su predestinación, cuando se nace torero es imposible romper ese
lazo, aunque en estos momentos se encuentre retirado, su actividad sigue estando
vinculada hacia esa actividad. Y Manuel Loreto, buen amigo de todos, les brindó
una seguidilla gitana dedicada a la Esperanza Macarena y una poesía a
los pueblos del Aljarafe y a la Puebla del Río, lugar en el que se encuentra el
Rancho el Rocío, residencia familiar. La conferencia terminó a la manera taurina y castiza, ...todo el mundo con Dios y se acabó lo que se daba. Una
extraordinaria conferencia que supuso el disfrute de tantos aficionados y
compañeros del Curso que asistieron. Enhorabuena Maestro.